Al Diablo le duró poco su risotada

Desde que Jesús fue enviado a aquella cárcel, donde se le ofendió, maltrato, lo golpearon y el látigo desgarro la piel de todo su cuerpo, El diablo estaba riendo, estaba gozando con sus compinches el comienzo del vía crucis del Señor.

Cuando Jesucristo caminaba por las calles de Nazaret  hasta el Gólgota bañado en sangre con un caminar inseguro,  despacio y adolorido cargando una cruz que le pesaba mucho más de lo que un hombre podía resistir,  se escuchaban,  por esas terrible calles, la risa inconfundible del diablo que le gritaba a sus oídos: “Te lo dije, que aceptaras mis condiciones y no tendrías que sufrir esta vergüenza.

Por fin, allí estaba el Hijo de Dios sufriendo la amargura de los dolores; pero sin dejar por un momento de cumplir las escrituras y dar su vida por nosotros. La lanza penetro un cuerpo muerto, eran las tres de la tarde de aquél viernes infernal y aun por arriba de los truenos y de la rotura del lienzo del templo,  se escuchaban las carcajadas del maldito Lucifer.

Llegó el sábado y Jesús estaba en su sepulcro, muerto, a nadie, se le ocurriría decir que estaba vivo,  todos habían presenciado, la muerte  del verdadero hijo de Dios, Es en ese sábado donde El Diablo reúne a todos los diablos para celebrar la muerte de Jesús y bailar, comer, emborracharse a costa de la sangre de Jesucristo. Y existen  por ahí algunos Cristianos que están disgustados porque suspendieron las parrandas del sábado de Gloria para convertirlo en un sábado santo, o es que querían seguir celebrando con el Diablo, qué Jesús el hijo de Dios permaneciera enterrado y muerto. 

¡Ah!; pero el domingo las carcajadas se acallaron en el infierno, las llamas se recrudecieron  y la fiesta se convirtió en lágrimas y crujidos de dientes, sus cuerpos temblaron, y aquellos que antes reían ahora eran presos de un miedo infernal; ¿pero como así? que resucito, el hijo del carpintero, no,  es mentira, ese no era el hijo de Dios. Lastima de ti Lucifer y de todos aquellos que le hacen gala, haciéndolo  morir todos los días,  a EL, con nuestros comportamiento diabólico. Celebremos el Domingo de Resurrección como la fecha más importante de nuestro calendario porque allí se consolidó nuestra Iglesia, allí se dio la prueba,  mas importante, que aquel hombre era el verdadero Hijo de Dios. Aleluya.

Víctor Martell