En la tarde de este lunes 4 de noviembre, en la Clínica Dávila, en Santiago, a los 95 años de edad y 69 de vocación, falleció Sor Ismenia Araya Solis, Hija de la Caridad .
Había nacido el 21 de julio de 1929 en Graneros, en la entonces Provincia de O´Higgins, en la Zona Central de nuestro país, en el seno de una numerosa familia cristiana. Desde niña se despertó en ella la vocación a una entrega total a Dios en el servicio a los hermanos.
Conoció a los misioneros vicentinos -conocidos en ese tiempo como los lazaristas– que predicaban las misiones populares en esos lugares y especialmente al P. Humberto Abarca, que le ayudó a orientar su vocación hacia las Hijas de la Caridad. Así como ella fue orientada y acompañada por un misionero, también ella, después, orientó y acompañó a más de algún joven que luego se convirtió en misionero vicentino.
Después de ayudar en la crianza de sus hermanos y a pesar de la oposición de su padre, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad el 13 de marzo de 1955, a los 25 años de edad. Hizo sus Votos por primera vez, cinco años después, el 15 de marzo de 1960.
La mayor parte de su vida de Hija de la Caridad la entregó al servicio de los enfermos en los Hospitales, en Santiago en los Hospitales “José Joaquín Aguirre” y “El Salvador”, en el Hospital Regional de La Serena, en el Hospital Regional de Talca, en el Hospital de San Fernando y en el Hospital de Puerto Montt. En todos los lugares donde le tocó estar se entregó por entero, con generosidad y abnegación, al servicio de los más pobres, los enfermos y ancianos.
Durante muchos años ejerció el servicio de Hermana Sirviente destacándose por su buen espíritu, la alegría en la vivencia de su vocación y por la preocupación por el bienestar integral de cada una de las Hermanas de su Comunidad. Siempre procuró vivir una vida plena en lo espiritual, valorando los tiempos fuertes de oración y los sacramentos. También fue consejera provincial.
En el año 2006, estando en el Hogar El Atardecer, escribió en su autoevaluación: “En la vida comunitaria: trato de ser amena con todas las Hermanas, hacer todo lo que yo pueda, contribuir con un buen espíritu, vivir la alegría de mi ser de Hija de la Caridad. En el servicio: Hago todo lo que puedo, en la portería, ayudo en la cocina, rezo con el personal, y estoy disponible a prestar cualquier servicio que sea necesario, si me lo piden dentro de mi delimitada salud”. Su Hermana Sirviente de ese momento agregó una observación: “La Hermana es una muy buena Hija de la Caridad según lo deseaban San Vicente y Santa Luisa”.
RV/HH.CC.